Después de visitar la exposición de Carlos A. Ostolaza “Fuera de Guión”, he salido con la convicción de que toda exposición pictórica es una puesta en escena:
La Sala Víctor Humareda del Museo de Arte del Centro Cultural de San Marcos es un amplio espacio rectangular cuyos lados largos están divididos en la mitad por puertas centrales. La arquitectura determina así, seis paneles expositivos: los cuatro de las paredes largas y los dos de los extremos. En este escenario, así dividido, el curador ha agrupado los cuadros de tal manera que cinco espacios son ocupados por cuadros. Cuatro de ellos están presentados por sendos textos temáticos. Describiré los seis paneles, comenzando por la izquierda de la entrada:
1) La pintura y sus atributos contiene seis cuadros: “Pucusana”, “La Ramona”, “Managua”, “Las flores de Alicia”, “Bodegón de Alicia” y “Las flores de Alicia”.
2) A manera de cabecera de sala –y sin texto introductorio–, cuatro cuadros: “Alicia Ramírez Rebatta”, “Rosina y Piocho en México”, “Autorretrato” y “Milena”.
3) Estados del alma muestra cinco cuadros: “El Rey”, “Máscaras, “Personajes”, “Desesperación y “Arlequina”.
4) Historias y personajes comprende: “Personaje”, “Soleil”, “Niña y paloma”, “Angustia”, “Circo”, “La niña del puente” y “Domingo de Ramos”.
5) El quinto panel expone un video-entrevista al pintor, dirigido por Lucía Arellano y, en el muro, un texto de presentación por el crítico Elid Brindis.
6) Cuerpo y símbolo, el último panel, abriga ocho cuadros: “Camino al Carmen de Chincha”, “Descendimiento”, “Cristo o Quijote”, “El Quijote (Hijote)”, “Niña Rosa (Santa Rosa)” y tres cuadros de “Desnudos”.
De la visita, y de lo que lo conocemos, Ostolaza es un pintor figurativo que pinta imágenes internas; las de afuera son internalizadas previamente. Por eso, no debemos esperar la fiel reproducción del mundo visible. El fuerte tamiz de su retina y –sobre todo– de su espíritu lo asimila con desgarramiento, con ángulos inesperados o contrapuestos; no lo detiene ni la ambivalencia: no tiene reparos en titular “Cristo o Quijote” a una imagen pintada con trazos intensos y sombríos; que si el rastro del pincel y el tema lo sugiere, es mucho más íntimo que Sérvulo, aludido en uno de los textos. A su lado, en pequeño formato, le sigue “El Quijote”, especificando entre paréntesis que se trata de un “Hijote”. Está resuelto en sepias, con toques ágiles del pincel y en tono caricaturesco, con más ternura y espíritu lúdico que Daumier: su pequeño Rocinante tiene aspecto asnal y el héroe, sin aires de caballero medieval, se inclina hacia atrás, vacilante, con su cabezota y su cuerpo de Sancho adelgazado. Su mirada al vacío es claramente quijotesca: no va a la conquista del mundo sino de sí mismo.
Los recursos pictóricos, como los temas, no se restringen rígidamente, evita el encasillamiento: usa la línea fina como en “Domingo de Ramos”, “Milena”, “La niña Rosa”, donde busca la expresión de la ternura, o las líneas gruesas en los temas más dramáticos como el “Descendimiento” o en “Desesperación”, o los bordes borrosos e imprecisos como en “Camino al Carmen de Chincha”, o las líneas delimitan formas inconclusas en “Personajes” –combinación de miradas de frente, al espectador o al vacío, y de perfil, en muda confrontación con el otro; o las líneas se funden con las formas vigorosamente contundentes de las flores dedicadas a Alicia, la madre fallecida. Combina el colorido floral con la solidez de los recipientes: el pie del florero –y del frutero del bodegón–, giran contundentes como raíces adosadas a la mesa, y la mesa azul asombrosamente modelada con volúmenes siqueirianos.
La intensidad no solo marca la conformación de las estructuras figurativas sino el tratamiento del color: el amarillo acompaña a las flores rojas con más calidez que los girasoles holandeses. Una delicia de equilibrio entre color y línea es “Managua”, un paisaje de puesta de sol, sin que este aparezca en escena, sino un último rayo que burlando la vegetación y los edificios se estanca en un charco de luz sobre un techo, mientras los focos de los postes comienzan a prenderse. Sobre un fondo de calidez rojiza, el pintor ha dibujado, con línea gruesa, los techos entejados de la ciudad, recreando el clima tropical a la hora del tramonto.
El uso del color oscila entre la intensidad que hemos descrito, también visible en el dramático Rey, terriblemente caricaturizado con su carnosa corona, y en las hieráticas “Máscaras”, hasta el monocromatismo –casi blanco– de “Desesperación” o los tonos de amarillos con veladuras grises del negro diluido de “Personajes” y “Camino al Carmen de Chincha”.
La búsqueda de la ternura se traduce en la mirada de los niños, de los cuales “La niña del Puente” está resuelto con tonos rosados sutiles del rostro y del paisaje. La línea fina le acompaña en estas expediciones, como en el imaginar una Santa Rosa no adulta atormentada entre la virtud y lo demoníaco, sino en la mirada inocente de niña. Los desmesurados ojos nos advierten de la mirada crítica, grabada en las memorias infantiles. En el segundo panel, que hemos llamado de cabecera: la imagen de la madre, de Rosina y su hermano Piocho –niños– en México, y de Milena. En medio de esta evocación de la madre y de la niñez de sus seres queridos, el autorretrato del pintor, solo, sentado, con las manos ocupadas en procrear figuras coloridas. En el panel opuesto de la sala, en el video, Ostolaza repite cada cinco minutos que la creación implica sufrimiento. No lo creería si “Desesperación”, un cuadro casi blanco sobre un trozo de caja de cartón, no lo expresara en el rostro cubierto por retorcidas manos, y en “Angustia”, donde las manos dejan al descubierto el rostro de una mujer sufriente, cual Dolorosa.
Frente a los temas trágicos, como el Descendimiento, ha incluido “Domingo de Ramos”, un cuadro resuelto en azules y amarillos, vertical como una columna, de una mujer apretando su ramo de palma en cuyo cuerpo figuran, detrás de sus dedos macilentos pero fuertes, rostros cual tótem, una columna para resistir los embates de la vida.
“Fuera de guión”, el título de la exposición, es intrigante. Por eso intenté este guión esbozado en pleno escenario. Satisfecho, invito a visitarla, para que cada visitante encuentre el suyo, personal, en estos “estados del alma”. Ostolaza tiene el suyo propio, inconfundible. Esta nota es una muestra de agradecimiento por compartirlo.
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© JOSÉ LUIS LI NING
Lima, 18 de junio de 2017.
El texto de José Li Ning es muy valioso, aporta a la comprensión y conocimiento del autor, Carlos A. Ostolaza y de su obra "Fuera de Guión". Gracias Hugo N. Kalashnikov por la difusión.
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